En un universo tan inmenso, en un mundo tan extenso, en lugares tan repletos, las miradas siempre se encuentran con algún efecto. Bien dicen que las casualidades no existen.
¿Cómo podría ser casualidad que se encontraran justo en el tiempo en el que más lo necesitaba? Sin previo aviso, como un camino oscuro. ¿Cómo podría ser todo al azar? ¿Cómo podría ser casualidad que sintiera que la sostenían justo cuando estaba a punto de caer? A veces, pensaba que las casualidades eran solo una excusa para ignorar el hecho de que esa presencia estuvo ahí para hacerle bien el tiempo que fuera necesario: sin especificar su duración, sin nombrar su ciclo y sin sentir un reloj.
Nadie llegaba con la certeza de quedarse, eso era cierto, pero sí aseguraban una marca imborrable en aquella mente nostálgica que no hace más que revivir recuerdos cuando lo considera necesario ¿Cómo se vive sin recordar todo lo que construyó el pasado?
No son casualidades, tampoco es el destino gritando, son jugadas silenciosas que esperan con paciencia lenta a que encajen pronto. Pues nunca se acostumbra a despedirse como si fuera un acto normal en la vida, pues rara vez esta misma enseñaba a soltar. ya que, por naturaleza, los seres humanos se aferran —con dulzura o con dolor— a quienes y a aquello que no les pertenece, aunque alguna vez lo hayan sentido como propio.
La vida nunca se trató del dicho que ha mantenido un pensamiento irreal, la vida no se trata del “para siempre” ni del “siempre” que solemos repetir para consolar una pérdida que es irreversible, la vida en su lugar se encarga de construir todo un camino a base de momentos, encuentros, personas que llegan justo cuando más se necesitan, precisos y con razón, de aquellos que podemos entender su propósito en el instante, en el futuro, o incluso no hacerlo nunca.
Tal vez, por eso existen seres que creen en el azar, en la suerte, en una simple casualidad, y otros que confían en que todo tiene una razón, un fondo con alguna explicación incluso cuando parece un caos disfrazado. Ella sostenía con firmeza que nada sucedía sin un porqué ¿entonces qué sentido cobraría después?
Siempre fue un debate, y si se trataba de ganar, podría decirse que fue ella quien lo hizo, el reloj demostró que lo que parecía una simple casualidad no era más que una demostración del propósito, porque al final…
Todo tuvo sentido.






