Seamos sinceros: si existiera un concurso de planetas raros, la Tierra tendría todas las de ganar.
Nuestro sistema solar ya es extraño por sí mismo. El Sol, una enana amarilla poco común en la galaxia, gobierna en soledad un conjunto de planetas ordenados de forma casi perfecta. Ninguna otra estrella ha sido adorada como un Dios y, al mismo tiempo, dibujada por niños con crayones.
El universo parece infinito. Y si es así, también deberían ser infinitas las posibilidades. Existen planetas como 55 Cancri e, una esfera de lava ardiente; TrES-2 b, un gigante gaseoso tan oscuro que apenas refleja luz; o J1407b, un mundo rodeado por anillos enormes, incluso más grandes que los de Saturno.
Pero, pese a todo, no hemos encontrado ningún planeta con vida inteligente. Ni siquiera bacterias. Los ejemplos llamativos son escasos: caben en dos manos.
Aun así, los científicos siguen buscando. Y lo hacen principalmente en planetas similares al nuestro, dentro de lo que se conoce como la zona habitable o “Ricitos de Oro”, donde la distancia a la estrella permite que haya agua líquida. Esa es, hasta ahora, una condición fundamental para la vida tal como la conocemos.
Uno de esos candidatos es K2-18b, a 120 años luz de la Tierra. Gracias al telescopio espacial James Webb, se ha descubierto que podría estar cubierto por un océano cálido. Pertenece a una categoría llamada “sub neptunos”, mundos más grandes que la Tierra pero más pequeños que Neptuno. Curiosamente, este tipo de planeta es común en la galaxia, pero no existe ninguno en nuestro sistema solar. Lo dicho: vivimos en un sistema peculiar.
Y por más que un planeta esté en la zona habitable, no significa que pueda albergar vida. Basta con observar a nuestros vecinos: Venus y Marte. Ambos están en esa zona… y ninguno tiene condiciones similares a la Tierra. La temperatura y el tamaño de la estrella, entre otros factores, pueden cambiarlo todo.
Se han detectado otras supuestas “Tierras” en los últimos años, como LHS 1140 b, una supertierra que, según algunos estudios, se parece a un globo ocular gigante. Podría tener un vasto océano o estar cubierto por niebla o hielo. Pero, siendo realistas, estamos demasiado lejos como para confirmarlo. Nuestra tecnología aún no permite más que teorías.
También hay planetas a los que es mejor no acercarse. Mundos tan extremos que parecen sacados de una película de ciencia ficción.
Uno de ellos es WASP-12b, un “Júpiter caliente” que está siendo lentamente devorado por su estrella. Está tan cerca de ella que ya no puede girar sobre sí mismo, y tiene forma de huevo alargado. Tarda poco más de un día terrestre en completar una órbita. Se cree que en pocos millones de años será completamente absorbido.
¿Te parece rápido? Pues K2-137b tarda apenas 4,8 horas en orbitar su estrella. Es difícil imaginar qué clase de ambiente existe allí.
Y si hablamos de calor, KELT-9b se lleva el premio. Es el planeta más caliente del que tenemos noticia: más de 4.000 °C en su superficie. Su estrella es tan poderosa que probablemente está destruyendo su atmósfera. Se piensa incluso que este planeta está evaporándose.
Todo esto es fascinante. Hoy tenemos acceso a simulaciones, ilustraciones, documentales, teorías… pero, aun así, solemos olvidar lo más importante: la Tierra, nuestro hogar, podría ser el planeta más raro de todos.
Es casi gracioso pensar en todo lo que tuvo que alinearse para que aquí existieran, al menos, bacterias. Solo eso ya es un milagro. Hablar de seres complejos, con raciocinio, sigue siendo una ilusión que quizás no se cumpla en siglos.
Y, sin embargo, aquí estamos.
Además, la Tierra ha tenido suerte. La gravedad de Júpiter ha desviado muchos asteroides que pudieron habernos destruido. La Luna, que se aleja poco a poco, ha sido esencial para el equilibrio del planeta, el clima, las mareas… e incluso el arte.
No hay otro lugar conocido donde exista madera. Ni otro planeta con tanta historia viva. Somos la única especie que ha logrado modificar su entorno y mirar más allá de su propio mundo. Por si no lo sabías, la actividad humana ha movido la Tierra unos centímetros de su posición original gracias a la construcción de presas.
Y mientras buscamos planetas con oxígeno, tal vez allá afuera existan seres que no lo necesiten. Quizás respiran otra cosa, viven en las nubes o absorben nutrientes con los pies. Todo es posible en el universo.
Por eso, la próxima vez que veas un árbol, recuerda que estás frente a uno de los materiales más escasos del cosmos.
Como dijo Carl Sagan, “todo lo que tenemos es este pálido punto azul”. Y mientras no encontremos otro planeta como el nuestro, seguimos estando solos en esta inmensidad.






