Hace poco, un viejo amigo me invitó a su pequeño rincón. Cabe aclarar que él siempre ha sido un ser muy raro: era alto, piel pálida, de pocas palabras y con un nido en la cabeza. Era muy callado, pero… a veces sentía que sus silencios eran peores que el más desgarrador grito. Como el hombre ocupado que soy, no le di importancia.
Volviendo a la historia, su rincón era una simple banca oxidada en medio de un parque cualquiera, en una ciudad cualquiera. No recuerdo el día que pasó aquel acontecimiento tan extraño. A él no le gustaba salir mucho, y menos con amigos, pero sí recuerdo que la ubicación del mismo permitía una extraña paz. Era como si una clase de domo nos cubriera y nos aislara del resto del mundo. En su momento no lo comprendí… ¿Por qué algo tan simple y aburrido le parecía transmitir tanto?
Lo vi como algo extremadamente aburrido, pues nunca me dirigió la palabra y se limitó a sentarse ahí, en silencio. Y miren… Siempre he sido alguien bastante impaciente. Hace poco, mi madre me reclamó el porqué era tan superficial… Y supongo que sí, lo soy. Entonces sospecho que ya intuyen que no vi aquel acto como profundo y trascendental. Solo no podía entender.
Él se tuvo que marchar para que yo al fin comprendiera. La policía no dijo mucho. La familia dijo que fue por pastillas. Yo siento que fue de tener mucha alma. Diría que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero a mi parecer aquella frase es muy cursi. Es hipócrita de mi parte decir que “nunca me di cuenta”. Solo lo dejé pasar, tomándolo como si fuera algo carente de valor.
Todo mi mundo se pausó, mi ego se cayó y mi tiempo iba con cojera. Dejé de dormir, dejé de pensar.
Ayer, sentí apropiado volver a aquel rincón, justo a la hora aproximada del anterior encuentro. Me senté en su lugar, y no te sabría explicar el porqué. No sé si habrá sido el viento chocando con las hojas secas, o mi mente cansada, pero las lágrimas me invadieron. Los «hubiera» ya no servían. No supe estar. El silencio hablaba por ti. Lo decías todo con nada, y aunque lo vi, no hice nada.
¿Me arrepiento? Sí. Y me lo repito cada vez que paso por el parque. me arrepiento de no haberme sentado aquel día, de no haber escuchado lo que su silencio tenía que decir.






