En artículos anteriores he tocado temas sobre las redes sociales, el internet y un poco de nuestras mentes. Cosas que nos han influenciado en la era moderna. Sin embargo, esta vez me quiero guiar a un tema que, aunque no muchos no conozcan, es uno que me ha fascinado estos últimos meses y es algo que ha influenciado el arte y el teatro los últimos siglos hasta el día de hoy.

La Commedia Dell’arte (Comedia de artistas profesionales) fue una forma de teatro popular nacida en Italia hacia mediados del siglo XVI. Se caracterizó por el uso de máscaras, la improvisación y la representación de personajes arquetípicos que reflejaban la vida cotidiana. Su impacto fue tan grande que, desde sus orígenes hasta hoy, sigue influyendo en la literatura, el teatro y el cine.

Una de las cosas que la hizo tan popular fue el hecho de que en esta se usaban arquetipos basados en la vida cotidiana de los italianos por lo que las personas se podían identificar fácilmente con alguno que otro personaje. La popularidad de la Commedia dell’Arte se debía en gran parte a sus personajes fijos, que eran verdaderos arquetipos de la sociedad italiana. Estos no eran símbolos que representaban costumbres, defectos y virtudes de la vida cotidiana.

  • Innamorati (los enamorados) eran jóvenes idealistas, ingenuos y apasionados. No utilizaban máscaras, pues su rostro descubierto transmitía la transparencia de sus sentimientos. Sus nombres eran sonoros y elegantes, como Isabella, Silvia, Lélio o Flavio, lo que acentuaba su carácter romántico e idealizado.
  • Vecchi (los viejos) representaban la autoridad, la rigidez y, en muchos casos, la avaricia. Solían ser los antagonistas de los enamorados, impidiendo su unión. Pantalone, un viejo comerciante tacaño, e Il Dottore, pedante y charlatán, fueron los más célebres. También se incluye aquí a Il Capitano, un soldado fanfarrón cuya cobardía se revelaba en situaciones cómicas.
  • Zanni (los sirvientes) eran los más cercanos al público, pues reflejaban la picardía, el ingenio y, en ocasiones, la torpeza de la gente común. Su papel consistía en ayudar o entorpecer las tramas amorosas. Entre ellos destacan Arlecchino (Arlequín o Harlequin), astuto y bromista; Brighella, más calculador; Pulcinella, grotesco y satírico; y Colombina, la sirvienta astuta y perspicaz que se convirtió en uno de los pocos personajes femeninos con un rol protagónico.

Cada máscara tenía rasgos exagerados, colores y vestuarios específicos que facilitaban la identificación inmediata de los personajes. Esto permitía que incluso personas analfabetas pudieran comprender la obra sin necesidad de palabras, pues el humor físico y gestual era fundamental. A lo largo de la Commedia Dell’arte, han habido más personajes y máscaras que van y vienen entre las épocas; los mencionados son solamente los más conocidos.

La Commedia dell’Arte no solo fue entretenimiento, también fue una forma de crítica social. Bajo la apariencia de comedia ligera, exponía defectos humanos universales: la avaricia de los viejos, la ingenuidad de los jóvenes o el abuso de autoridad de los poderosos. De este modo, el teatro se convertía en un espejo deformado pero reconocible de la sociedad, donde el espectador podía reírse de sí mismo y de quienes lo rodeaban.

Entre las obras más emblemáticas que nacieron de esta tradición destaca “El servidor de dos amos” (1746), escrita por Carlo Goldoni. Este dramaturgo veneciano transformó la improvisación típica de la Commedia en textos teatrales organizados, sin abandonar la esencia cómica y popular. La pieza, que sigue siendo representada hasta hoy, es un claro ejemplo del legado duradero de este género.

La influencia de la Commedia dell’Arte se extendió más allá de Italia. En Francia, inspiró a Molière, quien incorporó estos arquetipos en obras como “El avaro” o “El médico a palos”. En España, Lope de Vega y otros dramaturgos del Siglo de Oro tomaron elementos de su estructura cómica. Incluso William Shakespeare, en Inglaterra, incluyó figuras similares a los bufones y sirvientes pícaros de la Commedia en sus tragedias y comedias. Siglos más tarde, su espíritu cómico renació en el cine mudo, con figuras como Charles Chaplin o Buster Keaton, cuyos personajes recuerdan a los Zanni en su mezcla de ternura, torpeza e ingenio.

Hoy en día, aunque la Commedia dell’Arte ya no se representa como en sus orígenes, su legado persiste. Muchas de las situaciones y personajes que vemos en el teatro, la televisión y el cine; el joven ingenuo enamorado, el villano egoísta, el sirviente gracioso, el anciano avaro… tienen su raíz en este género que conquistó Europa. Más que una simple forma de entretenimiento, la Commedia dell’Arte fue un espectáculo de risa y crítica capaz de unir a generaciones enteras alrededor de una plaza para reír, reflexionar y reconocerse en las máscaras del escenario. En cada personaje el espectador podía ver una caricatura de sí mismo o de quienes lo rodeaban, lo que hacía del teatro un espejo divertido pero también reflexivo.