Desde hace años, la Franja de Gaza ha sido escenario de un conflicto armado que ha cobrado miles de vidas. Mujeres, niñas y niños que no eligieron estar en medio de una guerra. Niños que estaban en la escuela, en sus casas, simplemente viviendo. Con nombres, familias y vidas que ya no podrán continuar.
No se trata de religión ni de banderas nacionales, sino de humanidad. Va de entender que ningún ser humano —y mucho menos un niño— merece vivir entre bombas, perder a su familia, ser desplazado o ser enterrado bajo escombros.
¿En qué momento normalizamos ver cuerpos en las noticias? ¿Desde cuándo una vida vale más que otra solo por el lugar donde nace? Gaza representa hoy una de las mayores tragedias humanas de nuestra época. Y los que más sufren no tienen voz, ni ejército, ni poder. Solo miedo.
Según un estudio reciente de el 11 de diciembre de 2024 del Community Training Centre for Crisis Management, con el apoyo de War Child Alliance, el 96% de los niños en Gaza sienten que su muerte es inminente, y casi la mitad expresó deseos de morir debido al trauma extremo que están viviendo. Esta información fue reportada por medios internacionales como The Independent, Palestine Chronicle y War Child.
Además, UNICEF (2025, enero 23) estima que al menos 17.000 niños están actualmente sin sus padres o completamente solos en la Franja de Gaza. Son menores enfrentando el horror sin ningún tipo de protección, cuidados ni contención emocional.
Es desgarrador pensar en los niños que deberían estar disfrutando de su infancia, con acceso a la educación, el juego y el amor, pero que, en cambio, se encuentran atrapados en una pesadilla interminable. Es fácil mirar hacia otro lado y continuar con nuestras vidas como si nada estuviera ocurriendo. Sin embargo, lo que sucede en el mundo nos afecta a todos, porque formamos parte de una realidad donde la injusticia y el sufrimiento de unos impactan a todos.
Al permitir que esta situación persista, incluso desde la distancia, estamos dejando que el dolor y la violencia se multipliquen. Ignorar ese sufrimiento sólo profundiza los problemas y los hace más difíciles de resolver en el futuro.
Este mensaje no busca señalar con el dedo ni culpar a nadie. Su objetivo es despertar conciencia y fomentar la empatía. La empatía no debería depender de la nacionalidad, la religión o la política. La paz no debería ser un privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos.
En un mundo tan interconectado, donde las noticias y las imágenes nos llegan en cuestión de segundos, no podemos permitir que la indiferencia nos paralice. Comprender el sufrimiento de los más vulnerables es el primer paso para construir un futuro en el que ninguna niña o niño tenga que vivir con miedo ni perder su derecho a la vida, a la esperanza y a un mañana mejor. Informarse, hablar, compartir y actuar desde la compasión es nuestra responsabilidad.






