El caso de Postal no se entiende sin hablar de censura. Los videojuegos, como antes los libros, el cine o la televisión, fueron convertidos en chivo expiatorio por políticos y medios sensacionalistas incapaces de enfrentar la compleja realidad de sus países. Lo mismo ocurrió en la época victoriana, cuando se quemaban libros para “proteger la moral”, o durante el satanic panic, cuando la música y los juegos de rol fueron acusados de invocar fuerzas oscuras.

En los 90, mientras los videojuegos alcanzaban un nuevo nivel de realismo, la sociedad prefirió culparlos de la agresividad juvenil. Padres despreocupados compraban títulos con contenido fuerte sin mirar la clasificación por edades y luego se escandalizaban, repitiendo el ciclo de censura. Era más fácil responsabilizar a un cartucho que asumir errores educativos o reconocer un sistema social resquebrajado. Leer a Marx no convierte en comunista; jugar Doom o Left 4 Dead tampoco convierte en delincuente.

El propio nombre de la saga subraya esa contradicción. Going postal es una frase de la jerga angloparlante, surgida en EE. UU. tras varios sucesos lamentables protagonizados por empleados del servicio postal, un reflejo de cómo la violencia real nace de la frustración, la ira contenida y la presión de sistemas laborales y sociales deficientes. No es un juego el que aprieta el gatillo, sino una sociedad incapaz de enfrentar sus propias miserias.

Postal (1997) juego creado por la empresa independiente Running With Scissor, apareció en ese contexto. Su protagonista, un hombre mentalmente quebrado, descarga su furia en un mundo hostil. El juego, en lugar de glorificar la agresividad, muestra un descenso a la psicosis y fue rápidamente satanizado porque tocaba un tema incómodo: La violencia en nuestra sociedad, lo rápido que se puede romper la mente de un hombre que tocó fondo. Llevando a que este mismo juego fuera censurado por su contexto tan oscuro y por “el miedo” de lo que supuestamente un juego así causaría en “la psique frágil de los jóvenes”

Postal 2 (2003) respondió con sátira ante la censura de su predecesor. Transformó la violencia en una parodia y expuso la hipocresía social. Basta ver misiones como cobrar un cheque en las oficinas de Running with Scissors, donde manifestantes que “protestan contra la agresividad en los videojuegos” terminan reaccionando de manera hostil; o devolver un libro en la biblioteca para presenciar cómo otro grupo lo destruye en nombre de la moral. Es un espejo grotesco de lo real que es quienes alzan la voz contra la violencia suelen reproducirla con más intensidad.

Además de ser un juego con escenas explícitas y un humor negro muy marcado, fue restringido en varios países, sin comprender que eso era precisamente parte del mensaje de Running with Scissors, pues el propio juego advierte que no se debe trasladar esa agresividad al mundo real.

Lo curioso es que mientras se criticaban juegos como Postal o GTA, la televisión transmitía tragedias reales y espectáculos subidos de tono disfrazados de entretenimiento en horarios “familiares”. Señalar a los videojuegos era, y sigue siendo, un acto de hipocresía monumental.

En el fondo, Postal es un reflejo de nuestra sociedad. Postal 1 fue señalado por lo que representaba; Postal 2 apostó por la sátira, un juego que no obliga a la confrontación, pues esa decisión siempre recae en el jugador. Sus misiones no son más que la lista de pendientes de cualquier persona común: ir a comprar leche, devolver un libro a la biblioteca, votar… tareas cotidianas que podríamos realizar en la vida real. De la misma manera, también está la opción de actuar con hostilidad, porque al final “todos contamos con libre albedrío».

Pero te invito a que te preguntes tú mismo: ¿El hombre nace bueno? ¿La sociedad lo corrompe?