En medio de las clases, las tareas, las actividades extracurriculares, los  juegos y hasta las horas que le dedicamos en redes sociales, hay un aspecto fundamental que solemos dejar en segundo plano: el sueño. Dormir bien ya parece un lujo cuando, en realidad, es una necesidad tan vital como comer o respirar. Sin embargo, muchos estudiantes lo sacrificamos constantemente, convencidos de que “una desvelada no hace daño” o que “ya dormiré después no pasa nada”.

Lo cierto es que la falta de sueño tiene consecuencias en nuestro rendimiento académico y en nuestra salud. Estudios como el American Academy of Sleep Medicine (2021) señala que los adolescentes deberíamos dormir entre 8 y 10 horas cada noche para permitir que el cerebro descanse y procese la información aprendida durante el día. Cuando no lo hacemos, nuestra capacidad de concentración disminuye, la memoria se vuelve más frágil y nos sentimos irritables o sin energía. Es decir, no dormir lo suficiente no solo afecta nuestras notas, sino también nuestra forma de relacionarnos con los demás.

El cansancio acumulado puede convertirse en un círculo vicioso imposible de ignorar: nos quedamos despiertos, al día siguiente no logramos concentrarnos, llegamos a casa agotados y volvemos a retrasar nuestras obligaciones. En poco tiempo, terminamos atrapados entre el insomnio, el estrés y la frustración. Todo esto podría evitarse si aprendiéramos a organizar mejor el tiempo y a darle prioridad a nuestro descanso.

Además de mejorar el aprendizaje, dormir bien fortalece el sistema inmunológico, regula las emociones y ayuda al crecimiento físico. No es casualidad que cuando dormimos profundamente nos sintamos más creativos, más motivados y más alegres. En otras palabras: descansar no nos quita tiempo, sino que nos lo devuelve en forma de productividad y bienestar.

Ahora bien, ¿Cómo lograr un buen descanso en la vida estudiantil, donde parece que las horas nunca alcanzan? Existen hábitos sencillos que pueden marcar la diferencia. Por ejemplo, establecer un horario fijo para dormir y despertar, reducir el uso del celular o la computadora antes de acostarse, y evitar consumir café o bebidas energéticas en la noche. También es útil convertir la habitación en un espacio relajante, sin exceso de ruido ni luces brillantes.

Dormir no debería verse como una pérdida de tiempo, sino como una inversión en nosotros mismos. Así como cuidamos lo que comemos o nos preocupamos por hacer ejercicio, también debemos cuidar el descanso. Al final, nuestra mente y nuestro cuerpo son las herramientas con las que nos enfrentamos cada día, y solo funcionarán al máximo si les damos el reposo que merecen.

En conclusión, dormir bien es el secreto que muchos estudiantes olvidamos, pero que puede marcar la diferencia entre una jornada pesada y una llena de bastante energía. Tal vez no podamos controlar la cantidad de tareas que enfrentamos, pero sí podemos decidir cómo dominar nuestro descanso. Y al hacerlo, descubriremos que el verdadero superpoder no está en desvelarse, sino en cerrar los ojos y soñar un poco.