Los 4 Fantásticos: Primeros pasos por fin llegó a las salas, y con ella se cierra un capítulo largo y frustrante en el cine de superhéroes: el de unos personajes que, a pesar de ser la piedra angular del universo Marvel en los cómics, nunca tuvieron una película que les hiciera justicia. Ni la de Tim Story en los 2000, ni los reboots posteriores lograron captar lo que los fans llevan décadas defendiendo: que los Cuatro Fantásticos no son solo un equipo de héroes, son una familia disfuncional con poderes, con historia, con ciencia, con humor y con un lugar único en el cosmos del entretenimiento.

Esta vez, con Matt Shakman al mando y un reparto que encaja como pocas veces se ve, la cosa cambia. No es la gran obra maestra que algunos esperaban, pero sí es, sin duda, la mejor versión cinematográfica de estos personajes hasta la fecha . Y eso ya es decir.

La película no empieza con explosiones ni con un villano destruyendo Nueva York. Arranca en los años 60, con un tono retro futurista que recuerda a The Incredibles pero con más ciencia, más locura y una estética que mezcla el diseño atómico con viajes espaciales que parecen sacados de un sueño de Ray Bradbury. Reed Richards (Pedro Pascal) está obsesionado con abrir un portal a otra dimensión. Sue (Vanessa Kirby) lo sigue, pero con dudas. Johnny (Joseph Quinn) solo quiere impresionar. Y Ben (Ebon Moss-Bachrach) es el escéptico que termina pagando el precio más alto. Cuando el experimento falla, vuelven transformados, y desde ese momento, todo cambia.

Lo mejor de la película no es el CGI ni las peleas, sino cómo construye su dinámica humana . No se sienten como actores interpretando un cómic, sino como personas de verdad que de pronto tienen que lidiar con lo imposible. Hay escenas pequeñas, casi domésticas, una cena rota, una discusión en un laboratorio, un abrazo incómodo que dicen más que cualquier batalla. Y eso es mérito del reparto: Pascal domina con una mezcla de genialidad y inseguridad, Kirby le da profundidad a Sue como nunca antes, Quinn es fuego puro pero con corazón, y Moss-Bachrach, con solo su voz y sus gestos, logra que Ben no sea un chiste, sino un hombre atrapado en una maldición.

El mundo que rodea a la familia también está muy logrado. Ese tono mid-century modern con toques de ciencia ficción clásica le da identidad propia a la película, y aunque algunos críticos dicen que se enfoca demasiado en el diseño y no tanto en el ritmo, hay que reconocer que visualmente es una de las más distintivas del UCM en años .

Sobre Galactus (Ralph Ineson) y Silver Surfer (Julia Garner): no son el centro, pero están presentes, y se sienten como amenazas reales, no como excusas para un tercer acto lleno de destrucción. La película evita, por suerte, el final boss genérico , y aunque el clímax tiene momentos espectaculares, lo que queda no es el daño colateral, sino lo que el equipo decide hacer después. Y eso, en tiempos de superhéroes cansados y cínicos, suena casi revolucionario.

En Rotten Tomatoes, la película ronda el 86% de aprobación tras más de 120 reseñas, lo que la convierte en uno de los estrenos mejor recibidos del UCM en los últimos años, aunque sin alcanzar las cotas de Black Panther o Spider-Man: No Way Home.