Pensaste que era diferente, creías que nunca te haría algo así, que siempre te entendería y que era perfecto, perfecta, ideal. Pensabas que lo que sentías era correspondido y que nada podría romper lo que habían construido.

Pero no fue así.

No salió como pensaste.

No era como creías.

Y aquí va un spoiler, la realidad es que nadie lo es. 

Primero hablemos de que es idealizar. Si lo vemos desde una perspectiva técnica, idealizar es un recurso psicológico al que todos tenemos acceso. Los seres humanos somos sociales en su mayoría del tiempo, por lo que idealizar a los demás tiende a surgir de la necesidad que tenemos hasta cierto punto de sentir que encajamos o que somos queridos por los demás. Por ejemplo, si tenemos una situación difícil y aparece alguien que trata de ayudarnos podemos verlo como “la única persona que me entiende” cuando no es así, simplemente apareció en ese momento.

Desde la psicología, “idealizar” es atribuirle a otra persona nuestros propios deseos, valores o expectativas. Ósea, en ocasiones no estamos viendo a la persona real, sino una versión nuestra disfrazada en ella.

Otro factor que a menudo influencia nuestra absurda necesidad de poner a las personas en un pedestal, es el hecho de que, en redes sociales, se tomaron la libertad de darnos definiciones explicitas del rol que tiene (o debe tener) cada persona en nuestras vidas. Por ejemplo, ese mejor amigo que siempre esta y que permanece a tu lado toda la vida. O esa pareja ideal que te llena de detalles y que hace sentir la persona más especial de todo el mundo. 

Y todos en el fondo sabemos que eso no es así. Pero nos gusta o inevitablemente nos arraigamos tanto a estos conceptos que es difícil poner los pies en la tierra y decir “¿sabes? Sabía que en algún momento iba a terminar” 

Mas allá de ser perfectos, todos, absolutamente todos, tenemos defectos, tenemos días más malos que otros y tenemos derecho a sentirnos mal al respecto. Y es absurdo pensar que cierta persona no lo hará simplemente porque queremos que no lo haga. 

Como adolescentes estamos en una constante búsqueda de identidad. Y vemos a las demás personas como lo mejor de nuestra vida o como lo peor, somos extremistas y lo somos todavía mas cuando nos damos cuenta de la verdadera cara de las personas. Nos duele darnos cuenta de como poco a poco se desmorona lo que creíamos sobre lo demás o incluso sobre nosotros mismos. 

Pero al final, es preferible ser realista. Es mejor ser objetivo con los demás y aprender que tipo de personas es mejor mantener alejadas. Además, si mantenemos los pies en la tierra respecto a nuestras amistades o interacciones con cualquier persona a nuestro alrededor, seremos conscientes de que pueden cambiar, incluso nosotros podemos hacerlo, las personas van y vienen y no tenemos derecho a encadenarlas a nosotros, tienen prioridades diferentes y aunque duele, (porque nadie niega que es doloroso darse cuenta de la realidad), terminas despertando un día sin esperar nada de nadie, y así es mejor.