Un día en medio de una conversación recuerdo haberme dado cuenta de la cantidad de personas que piensan que el amor no debería de doler.
Probablemente ha sido una de las mentiras más absurdas que he escuchado.
«Si fue amor, no tiene por qué doler» ¿No?
En medio de la charla mi mente divagaba, entre los recuerdos más profundos me hundí, y sentí que había llegado a una conclusión:
Los verdaderos amores duelen, duelen tanto que sientes que te matan.
También me pregunté:
¿Acaso estás personas nunca han sentido amor?
¿Cómo no va a doler que, aquello que una vez fue un pedazo de mi vida, se haya marchado dejando el rastro de todo tipo de heridas?
O ¿Cómo deja de doler la ausencia que me abraza todos los días?
¿Y el silencio que me grita siempre que ya no estás?
¿Cuando dejan de doler, esos primeros días sin ti? ¿Y por qué parece que son eternos?
Cuando te fuiste, no pude parar de preguntarme, cuánto tiempo tardaría en volver a necesitarte, en escucharte, y tal vez incluso en abrazarte
Pero la puerta nunca se abrió, y lo único que la movía era el frío que se colaba entre mi asfixiante habitación.
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Un día me dijiste que extrañar era extraño, porque era igual a como si alguien se convirtiera en ello: un «extraño» Recuerdo haber reído tratando de entender aquella conjugación de palabras. Y entonces me explicaste que no necesariamente es porque la desconozcas, ni porque sea algo novedoso, si no porque, la inexistencia nos agobia, y a la vez es algo que nos atormenta.
Tal vez no solo extrañaba tu compañía si no que extrañaba la complicidad que esta misma nos unía, la que no volvió a ser igual, y la que se convirtió en un desconcierto haciendo extraño el momento. Tal vez tu fuiste esa persona que se convirtió en un extraño y no, no precisamente por desconocerte, de hecho, creo que te conocía más que a mi misma, pero, era porque ya no estabas donde solias permanecer: Junto a mi lado.
Y entonces recuerdo haber vuelto a la realidad, y solo existían varias preguntas que rondaban por mi cabeza: ¿El amor no debería de doler cuando todo esté acabado?
¿No es acaso la aflicción una prueba de que se ha sentido algo?
¿Cómo se supone que viva de tus recuerdos cuando todos los días anhelo volver a repetirlos?
Acaso… ¿Es normal recordar tus risas en un eco?
Es normal, empezar a distorsionar tu voz, cuando recuerdo haberle llamado a ese sonido mi «favorito»?
¿Es normal sentir que te amo mientras el pecho se oprime cada vez que lo pienso?
Porque, no pienso mentir, a veces me pregunto desde cuando es tan doloroso amarte, y sobre todo recordarte.
Solo quisiera viajar a aquellas noches de las miles de promesas, donde nuestro juego favorito era pelear sobre quien amaba más a quien.
Y me dolió tanto, porque nos prometimos tanto, y juramos amarnos hasta que el miedo se venciera, pero apenas y fuimos un suspiro en medio de tantas madrugadas, y nos rendimos antes de que el tiempo caducará.
Cartas: No enviadas. pt1






