Pero los vi corriendo,

de su propia tierra,

con el miedo dibujado en el rostro.

Llorando,

frente a una pared

levantada sobre una línea

en un mapa de papel.

Pero no los dejaron entrar.

No llevaban los papeles correctos.

No hablaban con el acento correcto.

Porque no nacieron en esa tierra,

como si eso… los hiciera menos humanos.

Y su lengua suena distinta, 

aunque diga lo mismo.

Y ahora, siguen allí.

Sin un lugar al que llamar hogar,

sin un rincón donde quedarse en paz,

sin un suelo que los llame suyos